miércoles, 26 de febrero de 2014



CUANDO LOS NIÑOS DAN LECCIONES

            Hace unas semanas un puñado de adultos conversábamos en una plaza, mientras seis u ocho niños jugaban no muy lejos de nosotros. Nuestra conversación se vio interrumpida por una canción que ellos habían iniciado inesperadamente. Enseguida una de las madres dijo alarmada: “Ya se están pegando”.  Nos acercamos a ellos y  pudimos observar cómo los dos que se peleaban, con la cabeza baja, estaban rodeados por el resto del grupo que les cantaba así: “No hay motivo, no hay motivo  para pelear, nada de peleas, nada de peleas, que hay que hablar, que hay que hablar. Si hay motivo, si hay motivo para pelear, manos al bolsillo, manos al bolsillo que hay que hablar”. Me dijeron que solían hacerlo siempre porque se lo había enseñado la maestra de infantil, así como otras cancioncillas para reforzar entre ellos sus conductas positivas.

            La lección estaba servida: el diálogo es el mejor camino para superar las discrepancias y evitar las peleas. Pero ¿cómo aprender a dialogar? En la medida que acrecentamos nuestra capacidad de escucha atenta y de palabra ajustada, el diálogo brotará espontáneo. No surge como por arte de magia, ni es una habilidad que se improvisa, sino que hay que cultivarla con esmero y es fruto de una sincera apertura hacia el otro. En estos tiempos escasea el diálogo porque no cultivamos suficientemente el arte de la escucha atenta y de la palabra ajustada. Por el contrario la “incontinencia verbal” si que está bastante generalizada. Personas que hablan y hablan y cuando parecen escuchar, solamente están tomando un respiro para intervenir de nuevo, sin importarle lo que dice su interlocutor.
El justo equilibrio entre saber escuchar y saber hablar produce el milagro del diálogo. Y es que también el saber escuchar es la mejor manera de asegurar la eficacia de la palabra, que siempre será mejor recibida cuando va acompañada de una paciente escucha. Aprender a escuchar y a hablar también es una manera de colaborar con la felicidad del otro. Por eso un hurra por la maestra de infantil de aquellos niños.

             Jesus Moreno Ramos

martes, 18 de febrero de 2014

Más tolerancia, por favor

Tolerancia no quiere decir debilidad, falta de carácter o escasa firmeza de planteamientos

JESÚS MORENO RAMOS

Presumimos de vivir en una situación de libertad y democracia, y de que cada uno puede expresar su opinión sin cortapisa alguna. Sin embargo, basta sacar algún tema que toque ciertas sensibilidades para que afloren los insultos, menosprecios y otros agravios diversos. En debates de cuestiones controvertidas fácilmente se suceden los ataques a personas e instituciones, sustituyendo al afán por la encontrar la verdad o por llegar a acuerdos entre unos y otros. Y esto se da entre gente de la que esperaríamos una fuerte dosis de tolerancia y capacidad para el diálogo.


Tolerancia no quiere decir debilidad, falta de carácter o escasa firmeza de planteamientos, sino la aceptación de un pluralismo que, en una sociedad democrática, se hace necesario. Ser tolerante, en el campo político, significa respetar todas las actitudes e ideas que honradamente buscan el bien común. Aunque suelen dar otra imagen, los políticos demócratas no deberían tener enemigos, solo adversarios, y ser conscientes de que "partido" proviene de "parte" y que una parte no lo puede monopolizar todo.


Parecen olvidar que muchos ciudadanos aplaudimos no tanto su capacidad para desbancar al otro, cuanto el afán por dialogar y encontrar acuerdos en los grandes temas de hoy: la educación, el desempleo, el aborto, la inmigración, los nacionalismos, etc. En el campo religioso tolerancia significa sincero respeto por todas las creencias.


El creyente tolerante admite de buen grado el pluralismo confesional y quisiera que siempre fuera respetado el principio de libertad religiosa que consiste en que nadie sea obligado a creer o no creer, pero que, a la vez, todo creyente pueda manifestar y transmitir libremente su fe.

La tolerancia es un signo de madurez en una sociedad, y sus principales frutos son el diálogo, el respeto mutuo y la convivencia civilizada y en paz. Lo contrario es la intransigencia, los insultos en los debates o los ataques personales que tantas veces vemos entre los dirigentes de nuestro tiempo.

El Periódico Extremadura (17-2-2014)

martes, 11 de febrero de 2014

PALABRAS

En casa, en la calle, en el trabajo, cuando nos acercamos a cualquier medio de comunicación. Donde hay humanidad hay palabras, pero si observamos con atención detectaremos distintos tipos de palabras: hay palabras autoritarias, palabras vacías, palabras dichas con autoridad...


Las palabras autoritarias parecen de otros tiempos, pero siguen pronunciándose. Son las que se dicen con energía y, a veces, incluso con agresividad, pero no convencen. Se pronuncian sin tener en cuenta la opinión del otro. Asustan pero no persuaden, porque se pronuncian desde una posición de dominio o prepotencia y, por eso, más que convencer generan rechazo. Es el lenguaje de los dictadores, de los dogmáticos, de los fanáticos, de quienes, en los debates, disfrutan arrinconando al contrario.Las palabras vacías son las que están gastadas y desprestigiadas porque no están en consonancia con la vida del que las pronuncia. Son palabras del charlatán cuya vida no refleja lo que está diciendo. Tampoco han madurado en el silencio, por eso, más que palabras con mensaje son palabrería que no arrastra a nadie.


Las palabras dichas con autoridad son aquellas que siempre van acompañadas de gestos creíbles que las autentifiquen. Expresan sinceramente una vida coherente que actúa en la misma línea que piensa y habla. Son palabras que convencen porque quien las dice tiene prestigio moral y quien las escucha lo hace con respeto y agrado.


Con todo, en el mundo de hoy, lo que contagia, lo que seduce de verdad, no son las palabras ni los grandes discursos, ni las grandes amonestaciones sino la conducta de uno. Hoy además, se da bastante lo que decía San Agustín : que "muchos se aferran a su parecer, no por verdadero, sino por suyo". Y es que, muchas veces, en el diálogo no nos mueve la búsqueda de la verdad sino el defender nuestros intereses y así el egoísmo prevalece sobre la verdad.

JESUS MORENO RAMOS
El Periódico Extremadura. 10-2-2014

martes, 4 de febrero de 2014

Artículo en el Periódico Extremadura, 3-2-2014

LAS CANDELAS Y SAN BLAS

             En Cáceres hay tres fiestas muy seguidas que gozan de un peculiar atractivo por su especial tradición y arraigo popular: los Santos Mártires (20 de enero), Las Candelas (2 de febrero) y San Blas (3 de febrero), aunque, a veces, su celebración es movida a uno de los días del fin de semana más próximo. Y se cuentan por decenas las poblaciones de nuestra región donde estas dos últimas también son muy sonadas; con misas solemnes, procesiones, romerías, dulces típicos y cantos y bailes populares que se remontan a tiempos remotos.


            La imagen de la Virgen de las Candelas, con la vela encendida en su manos, nos  recuerda la tradición judía, según la cual a los cuarenta días del parto la madre subía al templo de Jerusalén para los ritos de purificación y el niño era presentado a Dios. La luz encendida es como un anuncio de  que  el Recién Nacido, una vez resucitado, será luz para el mundo y recuerda la luz de la fe y el Bautismo.


            El culto a San Blas está muy extendido, tanto en Oriente como en Occidente. Antes de ocupar la sede episcopal de Sebaste (Armenia) había sido médico y se dice que fue martirizado en el año 316, junto a dos niños, bajo el mandato del emperador romano Licinio. Las fuentes históricas, que no se remontan más allá del siglo XI, nos dicen que  el clero y el pueblo se fijaron en él por su carácter bondadoso, paciente y muy accesible para todos. Después sería muy conocido por su don de curación milagrosa, tanto de personas como de animales. Se cuenta que, en una ocasión, una madre le presentó a su hijo moribundo, a causa de una espina que le atravesaba la garganta, y que él lo curó.


            Por este motivo se invoca su intercesión especialmente para remediar las afecciones de garganta. Por eso también existe la costumbre en esta fiesta de ponerse en  torno al cuello un collar bendecido por el santo y, por lo mismo, es tenido como patrón de los otorrinolaringólogos.