CRISIS DE ESPERANZA
No es exagerado al decir que hoy predomina un clima de desánimo. Algo que viene de atrás pero que la crisis económica lo ha radicalizado. El paro, la pobreza, la pérdida de derechos, la falta de ayudas, la falta de futuro… oscurecen la esperanza de muchas personas. La recesión económica ha acarreado una crisis social y personal, al desvanecerse la falsa seguridad que nos daba la abundancia de bienes de consumo. Muchos llegan a situaciones límite y sin resortes morales y espirituales que les permitan dar sentido a sus vidas. No son pocas las personas que hoy se encuentran sin rumbo o sufriendo como náufragos en un mar de incertidumbres.
En este contexto muchas comunidades cristianas, a través de Cáritas o de otras instituciones, están respondiendo a las consecuencias materiales urgentes que la crisis ha ocasionado en muchas personas. Es un servicio que la mayor parte de la sociedad reconoce y agradece. Pero los cristianos hemos de responder además a la crisis de valores y de sentido que esta crisis económica ha desvelado, aportando ánimo y esperanza. No hace mucho tiempo Cáritas lanzaba este lema: “Construyendo espacios de esperanza”. Nuestra esperanza nace, primero, de la fe en Jesucristo Resucitado, el cual nos ha manifestado el amor de Dios, que es más fuerte que todos los males de este mundo. Pero, también, es motivo de esperanza la presencia de muchas personas y grupos que están comprometidos con el bien de su prójimo. Por eso hay que crear espacios comunitarios y solidarios, porque éste es el mejor camino de humanización y de esperanza para incidir en todo lo que atenta contra los derechos de las personas. Cuando un grupo humano vive valores como la generosidad, el espíritu de cooperación y participación, la justicia y la gratuidad está contagiando esperanza en esta sociedad desencantada.
Jesús Moreno Ramos