Esta debe ser la fiesta más universal.
Cuándo se sitúa el inicio o el momento desde el que se empieza a contar
es lo de menos. Parece que los seres humanos necesitamos concentrar el
paso del tiempo en pequeños ciclos y celebrar el comienzo de cada uno de
ellos, haciéndonos la ilusión de regenerarlo viviendo intensamente sus
momentos iniciales (algo parecido se puede decir del paso de una semana a
otra). Brota un deseo de vida renovada que aquí expresamos diciéndonos
unos a otros reiteradamente: ¡Feliz Año Nuevo! Y con la palabra
"felicidad" queremos indicar lo mejor de nuestras aspiraciones
individuales y colectivas.
Todos buscamos la felicidad y nos preguntamos dónde radica y cómo
encontrarla. Para mí es importante poder conjugar equilibradamente el
eterno dilema entre el "tener" y el "ser". Es decir, tener lo necesario
para una vida digna y, a la vez, saber crecer por dentro para ser cada
día más persona. Cuando escasea el "tener" no podemos estar satisfechos,
pero cuando este "tener" es superabundante, tampoco.
DECIA la poetisa Marie von Ebner-Eschenbach que "estar satisfecho con
poco es difícil, estar satisfecho con mucho es imposible". Así que la
genuina felicidad no se mide sólo por la cantidad de euros que nos pueda
tocar en la lotería. Una vez cubiertas las necesidades básicas lo que
nos hace más felices es "ser con y para los otros".
En estos días, a la felicitación hay quien añade: "a ver si el 2014
nos trae no se qué cosas, que éste ya se acaba", como si el cambio de
una cifra introdujera también mecánicamente un cambio en nuestras vidas.
A este respecto circula ahora por las redes sociales una viñeta en la
que Mafalda dice "no es el año 2014 el que tiene que ser diferente, es
usted".
Así que podríamos ir pensando tu y yo, y también las instituciones
diversas --tanto públicas como privadas--, en qué debemos cambiar para
que todos seamos más felices.
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