No piense el lector que vamos a
hablar de zoología. Lo que pasa es que el buey y la mula han tenido un protagonismo
especial en la prensa y las redes sociales en estos días. Se ha dicho que el Papa en su último libro negaba
su presencia en la cueva de Belén y que,
por lo tanto, había que retirar estas figuras de los nacimientos.
Sin
embargo lo único que se afirma es que en
los evangelios solo se habla de un pesebre y no de que hubiera animales allí.
Lo cierto es que la tradición y la imaginación popular han ido adornando con
elementos pintorescos un hecho del que, aun siendo muy importante para la fe
cristiana, desconocemos muchos detalles. Y esto hace que, a veces, el vulgo atribuya rigor
histórico a lo que sólo es fruto de la leyenda y la imaginación popular, como
también es el caso de que se piense que fueran
tres reyes los que llegaron de oriente.
El
autor va más allá de la literalidad de los escritos y, según sus propias palabras, interpreta aquello que los evangelistas
quieren decir, teniendo en cuenta el momento histórico y las peculiares formas literarias
de entonces. Para él el buey y el asno, en el misterio de Belén, simbolizan la
humanidad que ha de reconocer al Mesías. Y lo mismo hace con el pesebre, que
siendo el lugar donde los animales adquieren el alimento, es donde yace ahora quien
viene como alimento para toda la humanidad.
El asunto ha
dado pie a no sé cuantos chistes en estos días, pero lo cierto es que el Papa
no pide que se retiren estas figuras de los belenes sino que, más allá de lo
puramente iconográfico, profundiza en su significado teológico.
Cuando
esta polémica va quedando atrás y viendo cómo ya se colocan luces, árboles y belenes se me viene a la
cabeza aquello de si no le estaremos dando más importancia a la jaula que al
canario. Entiéndaseme bien: que deberíamos prestar más atención a lo que
significa la Encarnación y Nacimiento del Hijo de Dios y menos a si había tal o
cual cuadrúpedo en el establo.
Jesús
Moreno Ramos
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